
Si vas a Bali y quieres ver la forma de vida tradicional de los balineses, tienes que venir al norte. No lo digo yo, nos lo han dicho todos los paisanos locales que amablemente se paran a charlar con nosotros, extrañados de ver turistas en tal altas latitudes.
Normalmente los turistas europeos y australianos se quedan en las playas del sur, donde están los grandes complejos hoteleros, las mejores playas (todo hay que decirlo), y las grandes ciudades llenas del ocio bullicioso que buscan la mayoría de gente que se acerca hasta aquí para pasar sus vacaciones.
Pocos son los que deciden meterse en un coche durante 3 horas y pico, por carreteras serpenteantes de dudosa seguridad y sortear las montañas volcánicas para acceder a la tranquila y menos turística zona norte de Bali.
Al sur, Dempasar, Kuta y Seminyak se llevan la mayor parte de los visitantes y cuando sobrevuelas estas ciudades desde el avión por la noche tienes la sensación de que no existe una separación entre ellas y que prácticamente toda la isla es una gran ciudad. (realmente, la parte no iluminada de la isla es mucho más grande, pero por la noche solo se ven ríos interminables de calles llenas de coches, hoteles y locales iluminados).
Nosotros estamos al norte en la ciudad de Lovina, en la montaña de dicha ciudad, a la que se accede por calles empinadas que las primeras veces piensas que el coche no va a poder subir y cuando llega arriba ves que hay una bajada todavía mas empinada que no crees que el coche pueda bajar sin volcar hacia adelante.
Hoy hemos salido con la furgoneta y nuestro conductor Haman a visitar la comarca y sus encantos.
Teníamos pensado alquilar un coche para movernos por aquí, pero después de ver cómo conducen los amigos indonesios, y el estado de las carreteras, lo mejor es llevar a un profesional del volante que te lleve a los sitios porque aquí las carreteras son tan estrechas que apenas caben dos coches pasando uno en cada dirección y no se como se las arreglan a veces para caber tres y una moto en medio adelantándoles.

Antes de empezar el tour hemos ido a cambiar dinero. La moneda oficial es la rupia, y el cambio es muy gracioso, porque 1 euro son 12.000 rupias así que en cuanto cambias 200 euros te sueltan billetes de 100.000 como si estuvieras jugando al monopoly. Hoy nos hemos juntado con 2 millones y medio de rupias, pero como dijo James Bond en la película de Octopussy, "la Rupia que fácil viene, fácil se va", así que mejor andarse con cuidado en el gasto porque comer en cualquier restaurante puede salir por 100.000 rupias fácilmente.
En la foto, Myriam contando los billetes pensado que era rica por un instante.


Nuestra primera parada del tour, para aliviar nuestra paz espiritual, ha sido en un templo budista, que si bien ya habíamos visitado algunos de ellos en otros países como Tailandia o Malasia, los de aquí son un poco diferentes, ya que están más integrados con el entorno natural.
Me recuerdan a los templos mayas que surgen inesperadamente de la selva frondosa. Aquí los templos, independientemente de la religión que sean, tienen un aspecto similar, salvando las diferencias de estilo, pero la sensación es la misma.

Ya con la conciencia limpia hemos ido a unos baños termales para terminar de limpiar nuestro cuerpo. De nuevo se trata de unas pozas que surgen de un manantial de origen volcánico que nace en medio de la selva y baja por un río de color grisáceo.

En algún momento de la historia se desvió parte de su cauce para crear unas termas con unos chorros de agua caliente y una piscina en la que se bañan los locales. Raro es el turista que se acerca por allí y menos somos los que decidimos bañarnos, pero la verdad es que mola.
El socorrista tendría unos 80 años, asi que seguridad, poca, pero el entorno es impresionante.
En medio de la selva unas cabezas de dragón esculpidas en piedra escupen agua caliente e un país en el que el agua a temperatura ambiente está más o menos a la misma temperatura.

Muchos indonesios no tienen agua corriente en sus casas y vienen a estas piscinas a lavarse, así que no está bien visto tomar fotos de las termas y por eso solo subo alguna que tomé de estrangis. Los indonesios además son muy pudorosos y se bañan con camiseta y pantalón bermudas. Las chicas igual, con camiseta y bermudas, asi que hemos hecho lo mismo y si no fuera por el resplandor blanquecino de mi piel hubiéramos pasado casi desapercibidos. sobre todo Myriam, a la que todos dan por echo que es de la India. Cuando les digo que es de Barcelona todavía les gusta más. Preguntes a quien preguntes, todos los indonesios sin excepción, son del Barça. Yo estoy haciendo lo que puedo para darles a conocer al Atletico de Madrid, pero aún nos queda mucho camino que recorrer.

Saliendo de las pozas hemos ido a ver los campos de arroz que se se suceden a lo largo de las montañas estructurados en terrazas por las que fluyen las aguas entre ellas y generan un paisaje espectacular. Salvo cuando llueve y no puedes ni bajarte del coche a hacer una fotillo decente.

Si que hemos bajado para comprar unas frutas que se llaman mangosteen (o algo así) en un puesto de madera al lado de la carretera al pie de los campos. Por dentro tienen unos gajos parecidos a uvas peladas o lichies y están muy buenos. En el puesto vendían también los gigantescos jackfruit y los apestosos durian. vamos, como en las fruterías de España.

Siguiendo nuestra ruta hemos llegado a una cascada. bueno, en coche solo hasta arriba, luego hemos tenido que bajar un kilómetro de empinada cuesta abajo por la selva en chanclas (y su correspondiente cuesta arriba, ya descalzos para mejorar el agarre). Recomendación: llevar siempre en la mochila un par de zapatillas de deporte de las que se pueden mojar. Recomendación adicional: no olvidar dicha mochila en el coche pensando que total, estará ahí a la vuelta de la esquina.

Hemos pasado también por una plantación en la que nos han enseñado plantas de cacao, café, vainilla, clavo, canela, ginseng, gengibre, piña y no se que mas. En estas plantaciones de Bali es típico que el fruto del cafe se lo den de comer a las mangostas para que con sus jugos gástricos pele la cascara del fruto y lo cague peladito. luego lo meten en agua hirviendo y lo tuestan después y como si no hubiera pasado nada. El caso es que esta forma curiosa de pelar naturalmente el fruto es también un reclamo turístico tradicional, asi que fuimos a ver a la mangosta durmiendo (porque duermen de dia y viven de noche) y las cacas que había echado esa misma noche. Por su puesto que no compramos ni bebimos de ese cafe. sabe igual que cualquier otro pero cuesta 10 veces más.

Ya con cierta hambre y de camino al templo que más quería visitar yo, paramos en lo alto de la montaña donde se ven los lagos gemelos. decidimos comer en una terraza al borde de la carretera, donde comen los conductores de las furgonetas cuando dejan a los turistas en los restaurantes un poco más abajo.

Lo cierto es que la comida estaba espectacular. Yo me comí una sopa picante de noodles con albóndigas (Bakso) y Myriam un plato de gambas agridulces (udang asam manis) para chuparse los dedos.
Antes nos dio tiempo a hacernos una foto con la mascota del lugar. un simpático murciélago del tamaño de mi perro que se llama coloquialmente el "zorro volador" y que de verdad acojona. Las alas son suaves como cuero curtido y las garras y colmillos afilados como estiletes. mirada inquietante y profunda pero supusimos que estarían acostumbrados a los turistas y allí que nos hicimos una foto con el bicho gigante.

Y para terminar el día lo mejor. el templo Ulun Dan sobre el lago Bratán. Al menos para mi es una de las mayores bellezas de templos que he visto y si no fuera por las ordas de turistas que nos agolpábamos para sacar una foto al borde del lago, seguro que el entorno y su belleza darían una serenidad magnifica.
En cambio, el tumulto que formábamos allí agolpándonos esperando el turno para poder colocarnos en la foto sin que saliese la niña o abuela de turno, restaban belleza al entorno.
Pero en ese momento, después de haber tenido lluvia en las terrazas de arroz y de que lleváramos un día nublado hasta entonces, de repente salió el sol. No mucho tiempo, escasos 10 minutos, los suficientes para poder echar unas cuantas fotos un poco más decentes que aun así no hacen justicia en absoluto a la belleza real del entorno. En mi opinión, es un sitio imprescindible a visitar cuando se viene a Bali.


De camino de vuelta, hemos parado en la carretera a ver a los monos. Se que a muchos les encantan, pero yo sinceramente, ya no le veo la gracia. son animales a los que les hemos quitado su territorio y que les sienta mal y no son muy amigables. te roban en cuanto tienen ocasión si tienes algo en las manos que les guste, son hostiles y tienen pulgas, piojos y rabia si te muerden. para que vas a querer ver a esos animales al borde de una carretera y mucho menos pararte a comprar platanos a una señora que tiene un puesto allí para darselos de comer? que se los dé la señora directamente. si a ti te los van a quitar de las manos antes de que te de el cambio la cuidadora. En fin, pongo una foto del mono porque a algunos les molan.

Hemos llegado a casa molidos despues de 8 horas de excursión entretenida y preciosa por la zona norte de Bali. Pero aún teníamos ganas de salir a cenar por ahí y como nos gusta probar, hemos ido a unos puestos de comida en la calle (food stalls) en los que sirven cosas con nombres y sabores no identificables pero deliciosos.

Hoy hemos cenado Sate & Gule Kambing. Basicamente nos hemos enterado al llegar a casa de que era carne de cabra o mutton (muy sabrosa) puesta en palitos tipo pincho moruno y puestos a las brasas de leña.
Luego los mezclan en una salsa de cacahuete y soja riquisima. Ademas nos han puesto una sopa especiada con restos de tendones y carne pegada al hueso de la pata de la cabra que asi dicho suena mal pero que estaba también deliciosa.
Echaba de menos empezar a escribir sobre los descubrimientos culinarios de Bali y espero que este día sea solo el comienzo. Mañana será otro día.
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